miércoles, 31 de diciembre de 2014

¿Dejar la esperanza o seguir viviendo?

Ando por los túneles subterráneos del metro Madrid. Es muy temprano. Una señora mendiga. ‘Por favor, una moneda, tengo no sé qué.’ No entendí bien lo que tiene, pero me imagino que mendiga porque le hace falta un ojo. 


Para mostrar que de verdad tiene una razón para mendigar, deja destapada su órbita. Veo un agujero abajo su ceja. Su órbita es carnosa y roja y le falta la pupila. Su cara alrededor de su órbita esta quemada. Tengo que pensar en una escena de la película Slumdog Millionair. Su otro ojo si esta. No la doy dinero.

Un rato después estoy esperando en la parada. El metro llega y me aparto para que una señora con ojos azules pueda salir del metro. Tiene ojos azul claro. Muy claro. Anda con un perro. Ahora lo veo. La señora esta ciega y anda con su perro que la guía.

Que chula, la señora. Usando el transporte público en la hora punta. Pienso en la mendiga. A veces es una cuestión de fuerza mental que hace la diferencia entre dejar la esperanza o seguir viviendo.

lunes, 15 de diciembre de 2014

Las mujeres de Jacinto Benavente


Cerca de mi casita, en una plaza muy normal, con unas escenas diarias, algo me llamó la atención. Donde los coches buscan para aparcar, las turistas buscan para refrescarse en la sombra, los camareros explotados sirven sus clientes, y familias españolas deambulan, hay unas mujeres paradas, cada una en otra esquina.


Están esperando. Siempre esperan. Todavía no saben por quien, pero lo sabrán al momento cuando dejan de esperar. Son mujeres muy normales, muy discretas, de 40 o 50 años de edad. Llevan puesto gafas para leer -de los chinos-, tienen una Nokia -no muy moderna pero indestructible-. Tienen sus manos bien cuidada. Llevan puesto esmalte –muchas veces color rosada metálico- y llevan puesto ropa muy discreta y normal. Algunas han teñido su pelo, y son rubias ahora. Casi todas se han puesto rulos, y sus peinados se quedan en modelo con mucha gel, del tipo que pone el pelo duro.

Probablemente han hecho la cama antes de salir de casa esta mañana, y dieron agua a sus plantitas. Quizás han puesto una lavadora también, pero no lo creo, que siempre están paradas tan temprano. Más temprano que las demás en las otras plazas.

Unas están llamando por teléfono, y charlan de todo y de nada. Otras están sentadas en los escalones del antiguo teatro, o paradas en la sombra de la liberaría religiosa y se reían un poquito con los vagabundos.

Son mujeres muy cultas, y cada una de ellas podía haber sido mi madre. Solo por su apariencia ya sé que saben cocinar muy rica, como solo las madres pueden. Pero bueno, esta paella rica hay que ganársela.

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miércoles, 10 de diciembre de 2014